Organizaciones de Derechos Humanos denuncian torturas, disparos a civiles y violencia sexual en Chile

Organizaciones de Derechos Humanos denuncian torturas, disparos a civiles y violencia sexual en Chile

Chile se mira en el espejo y no puede creer lo que ve. Es tan inusual lo que sucede y tan evidente la pérdida de control por parte del poder (y no solo del presidente), que la confusión es profunda y general. También entre los periodistas: días atrás una presentadora de televisión mostraba en vivo su mortificación por informar y opinar "desde una situación de privilegio" y no vivir "lo que vive mucha gente". Salió en su auxilio un psiquiatra para recordarle en qué consiste su profesión: "Es que para analizar hay que alejarse un poco, y eso no significa perder empatía; es el trabajo de un periodista". Dos días más tarde, un transeúnte abordó a una cronista y tomó el control del micrófono para explicarle otro aspecto importante de su trabajo, el equilibrio informativo: "Dejen de mostrar incidentes y violencia durante todo el día y sin pausa. Chile no es solo eso, en Chile están pasando hoy muchas cosas buenas".

Tenía razón el transeúnte: en Chile están pasando muchas cosas, y la más evidente en los últimos días es que la violencia comienza a ceder, aunque 17 regiones del país sigan en estado de emergencia, haya más de 3.000 detenidos, 18 muertos, cientos de heridos y graves denuncias de abusos de las fuerzas de seguridad. Como contrapartida, la protesta pacífica no cesa de crecer. Se vio este jueves en Valparaíso, ciudad sobre el Océano Pacífico que es, además, la sede del Congreso Nacional. Los parlamentarios cuentan con oficinas en Santiago, pero viajan más de una hora desde la capital para sesionar. Lo que se encontraron esta vez fue inesperado: una manifestación de camioneros apostada a las puertas del edificio del Congreso. Haciendo sonar el claxon incesantemente y mezclados con habitantes de la ciudad que golpeaban sus cacerolas, convirtieron el lugar en un pandemonio. Desde las escalinatas del Congreso y separados de los manifestantes por una reja, los parlamentarios miraban azorados. Muchos de ellos grababan con sus teléfonos móviles la protesta de sus representados.